Celulosa&Celuloide




Marte Emilio Velazco

Depende de quien lo dé, y de quien lo reciba. No todos sabemos lo que significa, y estar en dos sintonías diferentes puede dar al traste con un lenguaje mudo que entre dos personas podría cobrar una importancia singular, imperceptible a los ojos de los demás, a menos que ellos también supieran lo que quiere decir ese sencillo roce que consiste en algo más que una ceremonia... en muchísimo más que un contacto entre pieles... Un contacto que puede llegar a ser, incluso, una caricia que da un alma a otra alma a través de un gesto imperceptible para los paganos, pero sagrado para dos almas en comunión celestial...
Esta costumbre, surgida en el medioevo europeo, consistía en tomar castamente la mano de una dama, inclinar la testa frente a ella y simular un beso en el dorso de esa mano. Era un gesto de cortesía social si se hacía de este modo. Así, cuando el beso sí se daba, podía indicar un sentimiento filial, aunque claro, en esa época estaba reservado únicamente a personas muy cercanas, a fin de evitar malas interpretaciones.
Pero cuando el beso se lo da un hombre a una mujer a la que ama, es especial... Y es que, aun en la mano, un beso de amor puede adquirir tintes verdaderamente pasionales, intensos, incluso lúdicos. Se toma respetuosamente la mano de la mujer deseada, de la mujer amada, y se inclina la frente ante ella en una señal de respeto. Y después, se le da el beso en la punta de los dedos, y si ella sabe lo que significa ese gesto, o cuando menos lo intuye, puede ser que sienta la carga emocional y venga a ella una revelación sobre los sentimientos de aquel hombre... O bien, que definitivamente, no sienta nada.
La clave es ésa: el beso en la punta de los dedos. Pero ojo: si uno recibe la señal, es momento de buscar la oportunidad y hablar, mostrar las cartas y jugarse el todo por el todo, pero sin olvidar una cosa... Que el amor no se ruega: se inspira. Y si no se inspiró, de nada servirá rogar por él. ¡Pero qué importa, qué más da! No hay experiencia religiosa que no venga dada por la pasión humana y el amor bendecido por un halo divino...
Hay para quienes, después de besar la mano de la mujer soñada, las noches no volvieron a ser iguales. Se convirtieron, sencillamente, en noches perfectas...




Para un noctámbulo como yo, pocas experiencias pueden ser comparables a la de caminar por la noche en alguna calle tranquila (aunque es bien cierto que con la inseguridad reinante, esto es difícil últimamente), o conducir tu poderoso vehículo por esas calles y avenidas de toda la vida mientras escuchas un poco de jazz. En Puebla todavía se pueden hacer ambas cosas. Pero de no poderse hacer así, basta con abrir la ventana, dejar entrar el aire fresco de la noche o de la madrugada (recomiendo tener un buen mosquitero, porque si no, podrían entrar invitados no deseados) y poner tu pieza musical favorita.

A mí, como músico, cada instrumento me trae diferentes sensaciones, pero el saxofón es, por sí mismo, afrodisiaco.

Siempre he pensado que el chip del amante no necesita estimulantes más que el deseo genuino o la pasión exacerbada por algún sentimiento superior, sea admiración, o definitivamente sea amor. No creo que haya pastillita, linimento, brebaje o prótesis que funcione, a menos que deveras estés fastidiado de tu salud.
Así, el recuerdo de sensaciones y personas asociadas a éstas es un buen estimulante cuando se escucha un jazz exquisito, y más, cuando es un saxofón el que lleva la voz cantante. Mejor aún, cuando estás con la persona especial en cuestión, no puede haber mejor amósfera que aquella que creas con un buen tema jazzístico, unas velas aromáticas (que dan un delicioso ambiente a media luz) y el deseo de compartir con ella, consagrarse a ella, y disfrutar de ella sin restricción alguna.
Quisiera ser pintor para poder dibujar las líneas del cuerpo de las mujeres, plasmar la calidez de sus labios e ilustrar la sedosa sensación de ese mágico pentagrama que forman con sus largas cabelleras, pero sobre todo, de las notas que surgen del destello de sus ojos, que son como estrellas del norte que guían al nauta de la mar de asfalto que navega a bordo de un automóvil negro, surcando calles, avenidas y bulevares.
Y sus risas, sus voces...
Aunque en ese caso, me gustaría más ser compositor, para poder recrearlas al toque del piano, la caricia de saxofones y flautines, el tañir de guitarras y violines... ¿Habrá instrumento alguno que sea capaz de reproducir tanta perfección, tanta belleza?


Me gusta tu piel dorada porque soy un soñador
que se sueña navegando al sol de frente en bajamar...
Me gustan tus ojos grandes y tus dientes, que son perlas,
porque soy un marinero al que le gusta tu mirar...
Me gusta tu cuerpo esbelto, que conozco desde siempre
y que nunca he recorrido, pero que amo de verdad...
Me gusta tu risa franca, que me alegra las mañanas,
que es alegre y juguetona, y que quisiera besar...
Y ese cabello largo que te da porte de reina,
es la ráfaga de viento que me hace respirar...